Durante la administración presidencial de Harry Truman (1945-1953) se propagó en EE.UU. un terror absoluto ante la inminente subversión comunista en todo el mundo. La histeria generalizada se desató a raíz de acontecimientos que indicaban claramente el fortalecimiento de la URSS y el bloque comunista.
Desde finales de la Segunda Guerra Mundial la alainza entre la URSS y los Estados Unidos mostraba ya signos de resquebrajamiento. A partir de la ocupación soviética de los países de Europa Oriental comenzaron las divergencias, ya que se instauraron en esos Estados gobiernos pro-soviéticos eliminando en el camino a grupos y partidos opositores. Esta actitud soviética era una flagrante violación a los acuerdos de Yalta por parte de la URSS. En estos acuerdos, las naciones occidentales reconocían la hegemonía soviética sobre la región a cambio de que se realizaran elecciones democráticas para el establecimiento de los gobiernos de la zona.
No sólo la toma de Europa Oriental favorecía la paranoia en norteamerica, el propio Stalin daba motivos para desconfiar: en sus discursos el dirigente ruso declaraba enfático que para asegurar la paz internacional y la seguridad de la URSS era indispensable la revolución comunista internacional, ya que era imposible la supervivencia del socialismo en un sólo país.
De esos años de tensión inicial deriva la Política de la Contención, elaborada por George Kennan. En esta se establecía la necesidad de EE.UU. de responder con severidad a los impulsos expansionistas soviéticos hacia Europa Occidental y el Medio Oriente. Los EE.UU., dada su posición al término de la guerra, debían cumplir una función protectora en contra del expansionismo soviético; se pensaba que la URSS era idéntica a la Alemania hitleriana y que si se le cedía una porción de territorio esto sólo servía para alentar sus ánimos expansionistas. En consecuencia, no se le debía ceder ni un centímetro.
La amenaza roja también se identificaba con la Revolución en Grecia en 1947. Ante esta guerra civil, Truman declaró que la política norteamericana consistiría a partir de ese momento en apoyar a los pueblos libres, que se resiten a los intentos de dominación por parte de otra nación, mediante apoyo financiero y militar. Esta postura atemorizó a la URSS y en poco tiempo desencadenaría la crisis de Berlín.
El flagelo comunista parecía no tener fin, en 1949 China era reunificada bajo un régimen comunista mientras el aliado de occidente, Chiang Kai Shek, partía hacia Formosa. Ese mismo año la URSS detonaba su propia arma nuclear acabando con la hegemonía atómica de los EE.UU. Se iniciaba la carrera de armamentos nucleares.
Para 1950 era Corea del Sur la que caía en poder de los comunistas. Sólo tras una larga y encarnizada guerra (se habla de cerca de 3,000,000 de muertos) se pudo restablecer el gobiero pro-occidental en Corea del Sur y redefinir las fronteras que dividen a Corea del Sur y Corea del Norte.
En ese mismo año se sucitó el juicio de los Rosemberg que junto con Alger Huss fueron acusados de haber robado secretos nucleares y entregarlos a la URSS.
El macartismo fue el reflejo directo de todos estos acontecimientos. Aunque la histeria por el comunismo no era nueva, en 1937 se estableció en EE.UU. un Comité sobre Actividades Anti-Norteamericanas que pretendió evitar la infiltración comunista a los órganos de gobierno de EE.UU. y revertir su maligna influencia en la sociedad norteamericana.
Para el inicio de la década de 1950 existían los factores para que políticos con pretensiones utilizaran el fantasma de la infiltración comunista para iniciar una cacería de brujas que promoviera su imagen personal. Fue el senador Joseph McCarthy quien comenzó los ataques, acusando al Departamento de Estado Norteamericano de estar infiltrado e infestado por comunistas. Incluso, McCarthy afirmó tener una lista con sus nombres.
A partir de esta acusación se estableció un comité especial para investigar al respecto. Sin embargo nunca se llegó a validar la acusación del Senador, el Comité fue incapaz de descubrir a un espía soviético infiltrado en el Departamento de Estado. Este fracaso no significó el fin de las actividades del comité, sino que continúo sus actividades hasta 1954.
Durante estos 4 años, la caza de brujas del Senador McCarthy logró la promulgación de McCarthy Internal Securuty Act que obligó a las organizaciones "comunistas" a registrarse ante la autoridad norteamericana y al mismo tiempo impidió el ingreso a EE.UU. de ciudadanos provenientes de países comunistas.
Se llevaron también a cabo persecuciones en contra de "rojos infiltrados" que acabaron con carreras y reputaciones no sólo de funcionarios públicos sino de artistas (v.gr. Charles Chaplin) McCarthy utilizó cualquier recurso, legal o ilegal, para perseguir y condenar a los supuestos espías comunistas. Incluso el mismo Dwight Eisenhower y George Marshall (quien ideó el plan Marshall) estuvieron bajo la mira de sus investigaciones.
MCarthy veía comunistas hasta en el ejército y en el Congreso. Finalmente fue el mismo Senado el que decidió detener la ofensiva de McCarthy y el 2 de diciembre de 1954 se le delegó de sus responsabilidades.
Pese a esto, la salida de McCarthy no significó un renacimiento intelectual. Durante la administración de Eisenhower no terminó la mania persecutoria, el anti-comunismo, el anti-intelectualismo ni el elogio al conformismo y las visiones estrechas.
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