4 de agosto de 2005
Alma Arizpe tiene 75 años. Vive sola, su marido falleció hace 15 años y sus hijos ya se casaron e hicieron su vida aparte. Su única compañía son 6 perros que la acompañan a todos lados: cuando va al mercado, cuando va al doctor y durante las tardes mientras ve sus telenovelas.
Es común ver a Alma ir con sus perros por las calles. Al regreso del mercado invariablemente los premia con una pata o un pescuezo de pollo. Agua fresca no les falta y siempre tienen un lugar para dormir o un cobertizo donde cubrirse de la lluvia y del calor.
Una tarde Alma Arizpe salió con sus perros una vez más rumbo al mercado. En el camino de regreso tuvo que detenerse a descansar. Unas niñas llegaron corriendo a su lado para darle malas noticias:
- "¡Señora Alma, Señora Alma... a su perro el Capi lo acaban de atropellar!"
- "¿A mi perro el Capi? Eso es imposible... Miren, si aquí está junto a mí. ¿qué no lo están viendo?"
- "¡Ay Señora! ¡Pero si acabamos de ver como lo atropellaron...! ¡Está tirado allá en la calle muerto con las tripas de fuera!"
- "No estén jugando niñaas... ¿qué no lo están viendo? Ya no me quiten el tiempo con sus tonterías"
Alma siguió su camino rumbo a su casa. Al llegar le regaló a sus perros, el Capi incluido, patas y pescuezos de pollo como acostumbraba. Esa fue la última vez que vio al Capi.
Al otro día Alma ya no encontró al Capi. Pensó primero que se había ido de vago a recorrer el vecindario, quizás a perseguir a otro perro que invadió su territorio o a enamorar a una perrita.
Se preocupó cuando pasaron los días y ni rastro del Capi. Empezó a buscarlo en los alrededores preguntando a sus conocidos si habían visto a su perro el Capi.
A estas alturas la gente ya sabía que el perro estaba muerto, que lo habían atropellado. Pero nadie tenía el corazón para decírselo a Alma.
Una vecina se compadeció de ella y le dijo una mentira piadosa:
- "Ay Doña Alma... ¿qué cree? Pasaron los hijos de Don Sotero en su camioneta y se robaron al Capi. Ya ve como les gustaba ese perro, tan bravo que era. Seguro se lo llevaron a su rancho. Pero no se preocupe tanto, mi perra tuvo perritos y le aparté éste que hasta parece hijo del Capi"
Alma estaba triste, pero se resignó al "destino" del Capi.
La historia comenzó a correr en el barrio. Pero lo que más desconcertaba a la gente era la versión de las niñas que aseguraban haber visto al Capi aún después de muerto junto a su dueña.
Los padres de las niñas se limitaban a decir:
- "Ya ve como son los niños, tienen mucha imaginación... seguro estaban tan impresionadas por ver como atropellaron al perro que se imaginaron verlo con vida. No les haga caso, son niñerías"
Pero las niñas, las únicas que presenciaron los hechos, juran que sucedió tal y como ahora lo cuento. La piel de sus brazos aún se eriza cuando lo platican.
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